sábado, 12 de marzo de 2011

004 EMPECINADO EN DALLAS




Aperitivo: necio, Felipe Calderón no quita el dedo del renglón empeñado en desmantelar y entregar a la iniciativa privada lo que queda de Pemex, y en días pasados dio un nuevo banderazo a otro paso en la privatización de la paraestatal.

De botana: ahora la idea es abrir a la iniciativa privada, mediante contratos integrales de exploración, producción y explotación de los campos maduros de Magallanes, Carrizal y Santuario en la zona sur del Golfo de México, que suman un total de 312 mil kilómetros cuadrados.

Entremés: en esa superficie se calcula que existe una reserva de crudo líquido superior a los 182 mil millones de barriles y 124 mil 700 millones de pies cúbicos de gas; los que saben dicen que ello permite la extracción de 13 mil barriles diarios de crudo y que se proyecte que la producción pueda elevarse a 50 mil, con posibilidades reales de alcanzar hasta los 70 mil barriles por día.


Entre semana: como dijo el filósofo de Televisa, "aún hay más": el meollo del proyecto es abrir también campos maduros del norte de Veracruz, y finalmente incluir la exploración y explotación en aguas profundas del Golfo de México. ¡Puñalada!, que pastelote para los capitales privados y ni una migaja para los dueños del petróleo.
Desempance: el rollo del gobierno neopanista para justificar la privatización de Pemex (debe ser más bien para explicar, porque eso no tiene justificación), tiene casi los mismo argumentos que los discursos priístas en su momento de gloria. La avalancha de justificaciones la comenzó el mero chipocludo de la paraestatal, José Suárez de Coppel. Dejen les cuento:

Un vejigazo: curándose en salud, dijo que "la participación privada en las actividades petroleras no representa ningún salvamento para Pemex (descubrió el agua tibia). No viene la iniciativa privada a salvar a Pemex (ahí descubrió el hilo negro), nadie está viniendo a rescatarnos porque la empresa es muy rentable antes de impuestos".

Una campechana: por otra parte, para su cómplice, perdón, su socio, que diga el titular de Energía, José Antonio Meade Kuribeña, ese "mecanismo permitirá obtener beneficios importantes tanto para Pemex como para el sector empresarial del país y extranjero, porque exigirá que proveedores nacionales participen al menos con 40 por ciento del contenido de trabajos, obras, equipos o tecnología".

Un hidalgo: desde el Senado, el panista Juan Bueno Torio subrayó que la nueva ley de Pemex le permite esos contratos para actuar con mayor celeridad en el "desarrollo" de sus actividades. Para la plana mayor del "hijo desobediente", esta nueva ruta para fortalecer (¡Ja!) a Pemex por ningún motivo es una privatización. No pues.

La del estribo: frente a esa andanada de declaraciones, surge una nueva pregunta que requiere de una urgente respuesta: ¿Por qué si Pemex es tan buen negocio para la iniciativa privada, el gobierno mexicano no lo ha sabido aprovechar como Dios manda en beneficio de la nación?

La caminera: no hay ningún disfraz que valga; se trata de una estrategia para privatizar la riqueza que pertenece a todos los mexicanos, y de ñapa desmantelar y extranjerizar el sector energético del país, lo que viene a violentar el artículo 27 de nuestra Carta Magna que establece:

La penúltima: "corresponde a la Nación el dominio directo de todos los recursos naturales de la plataforma continental y los zócalos submarinos de las islas, de todos los minerales o sustancias que en vetas, mantos, masas o yacimientos, constituyan depósitos cuya naturaleza sea distinta de los componentes de los terrenos, tales como los minerales de los que extraigan metales y metaloides utilizados en la industria...

La última y nos vamos: "los combustibles minerales sólidos, el petróleo y todos los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos". ¿Qué parte es la que no entienden?, pregunto, porque en este sentido no existe justificación alguna ni económica, ni financiera, ni técnica que le dé visos de legalidad a los nuevos contratos.

Otra una: hablando al chile, el problema no es Pemex, el problema es el gobierno que sigue terco en no ver qué tan rentable es Petróleos Mexicanos, sino cuánta paga le puede sacar a su venta, como se deduce con el otorgamiento de los contratos integrales. En pocas palabras, la reforma energética que Calderón pretende aplicar a Pemex no es otra cosa que la "venta de garaje" de lo poco que aún le queda al Estado mexicano.

Otra más: desde el gobierno de "Tata" Lázaro, Pemex se ha significado como el principal soporte económico de los gobiernos federales. De sus arcas se obtiene una parte significativa de los recursos necesarios para que la República funcione, por lo que entregar la riqueza petrolera a los particulares equivaldría a hipotecar el futuro de nuestro país y de las generaciones venideras.

De la casa: Calderón debe saber que los bienes del Estado no son del gobierno, pertenecen a todos los mexicanos y, en ese sentido, las decisiones que se tomen sobre la riqueza del país necesariamente deben contar con la participación activa de la población. Amén.

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